Imagínate que te despiertas por la mañana y lo primero que te pasa por la cabeza ya no es qué vas a comer o cuánto ejercicio vas a poder hacer. Imagínate que ya no piensas en la dieta cetogénica u otra cualquiera. Imagínate que ya no te pasa eso de empezar el día con el propósito de comer sano pero al terminar de trabajar y llegar a casa arramplas con la nevera o la despensa. Y además luego te llamas de todo por “no haber tenido fuerza de voluntad”. ¡Imagínate que esto no te vuelve a pasar nunca más!
Imagínate que consigues librarte de la hinchazón, la acidez y el reflujo, las intolerancias, de esos dolores de regla, migrañas y bajones de ánimo que incluso tu ginecólogo te ha dicho que son normales. Imagínate que los kilos que has ganado desde que has empezado la menopausia van desapareciendo sin hacer dieta. Imagínate que con pequeños cambios en tu alimentación y en tu estilo de vida consigues mejorar (incluso hacer desaparecer) muchos de los síntomas de tu enfermedad crónica o autoinmune. ¡Imagínate que la solución la tienes a tu disposición solo con seguir leyendo!
Explorando los mecanismos físicos de tu bioquímica y los componentes emocionales de tu vida, podrás por fin entender por qué tu cuerpo ha ido ganando o perdiendo kilos hasta ahora. Gracias a este conocimiento, y a las soluciones que te voy a proponer en esta serie de publicaciones, podrás construir tu propio plan de acción, no solo para perder peso, sino para mejorar muchos otros aspectos clave de tu salud, especialmente de tu salud hormonal. La comida no será el centro de tu vida y tu peso volverá a los niveles que le corresponden. Podrás mejorar también esos síntomas que acompañan a tu enfermedad crónica o autoinmune.
Un poco de contexto: ¿Qué nos ha pasado?
Los detalles de las vidas de las personas son muy distintos, pero las respuestas que guían nuestros comportamientos son prácticamente idénticas. Por eso, aunque las problemáticas y los objetivos de mis clientas de coaching sean similares, siempre me baso en la bioindividualidad: todas las personas somos distintas y no hay dieta milagro para todas.
Los seres humanos llevamos en la Tierra unos 150.000-200.000 años. Durante este tiempo, no hemos parado de evolucionar pero siempre de manera lenta. Hemos vivido la mayor parte de nuestra historia como cazadores-recolectores nómadas, comiendo alimentos frescos, principalmente de origen vegetal, según estaban disponibles en la naturaleza.
Hace unos 7.000-10.000 años, empezamos a instalarnos en lugares fijos y apareció la ganadería: fue la primera vez que cultivamos nuestros alimentos y que consumimos leche de otros animales. Al no vernos obligados a cazar y recolectar, también fue la primera vez que empezamos a repetir alimentos de manera significativa. Aun así, nuestra alimentación se seguía basando en los ritmos de la naturaleza: estaciones, sequías, inundaciones, nevadas… Los cambios se iban sucediendo de manera lenta y nuestra biología y nuestros cuerpos seguían el ritmo.
El siguiente gran cambio tuvo lugar en el s. XIX con la Revolución Industrial: las personas empezamos a migrar del campo a las ciudades. La agricultura se volvió clave y ya no necesitamos movernos tanto, pues trabajábamos en fábricas y no en el campo.
Cuando los historiadores miren atrás y analicen las últimas 2-3 décadas (móviles, internet, redes sociales…) verán el periodo de cambio más rápido de nuestra historia. Nuestra comida viene en bolsas, cajas y botes con números (aditivos, conservantes…) en vez de ingredientes y vivimos nuestra vida principalmente a través de pantallas. Ya no “necesitamos” subir escaleras: hay ascensores, escaleras mecánicas y cintas transportadoras. Ya casi ni tenemos que ir a la compra, y menos aún recolectar o cazar. Lo pedimos por internet y nos lo traen a la puerta de casa.
La aparente urgencia con la que vivimos nuestras vidas es un desastre para la salud humana, en especial para el sistema nervioso. Y ya no digamos la calidad de la “comida” rápida que conlleva este ritmo de vida. No estamos hechos para sufrir este estrés constante, real o percibido; como tampoco estamos preparados para tomar alimentos de tan mala calidad mientras llevamos una vida sedentaria, aislados de la naturaleza y pegados a las pantallas con los auriculares puestos. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
La clave está en un enfoque integral
En esta serie de publicaciones, que se inicia con este artículo que estás leyendo, exploraremos los mecanismos físicos de tu bioquímica y los componentes emocionales de tu vida, de manera que puedas entender los kilos que has ido ganando o perdiendo hasta hoy. Y para entender todo este complejo y precioso panorama que es nuestro cuerpo, debemos hacerlo desde un enfoque de salud integral: porque nuestro cuerpo no es mucho más que la suma de todas sus partes. Porque tu salud y la mía dependen de la (buena) relación que haya entre la digestión, las hormonas, el sistema nervioso y el sistema inmunitario.
Empezaremos hablando de la digestión y de cómo mejorarla; pero enseguida nos zambulliremos en temas tan apasionantes y de actualidad como el estrés, las hormonas sexuales, el hígado, la flora intestinal o microbiota, la tiroides, la insulina, el sistema nervioso y las emociones.
¡Me encantaría saber cuál es el tema que más te interesa a ti en particular. ¿Me lo cuentas?
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