Como ya sabes, los temas principales de este blog tratan de salud, alimentación y estilo de vida. Una de las claves para mí es encontrar el equilibrio, y de ahí el enfoque de salud integral. Por eso hoy quiero hablar de un concepto o herramienta muy potente que nos ayuda a reflexionar y a mirar un poco hacia dentro.
A menudo cuando pienso en salud e introspección me viene a la cabeza Japón, país de centenarios. Pero ¿y si te dijese que puede que el secreto a la longevidad de este país se encuentre en algo que no es la alimentación? Este algo es la clave para tener fuerzas para levantarse todas las mañanas. Estoy hablando de tener una razón para vivir, de que tu vida tenga un sentido y seas consciente de este sentido. Este concepto se conoce en japonés como ikigai.
¿Y por qué es importante tener (identificado) un ikigai? Porque tener un propósito de vida, además de ser la razón para levantarte todos los días por la mañana, hace que tus defensas y tu capacidad para resistir las adversidades y envites de la vida sean mayores. Porque la falta de un propósito de vida o de una razón para vivir incrementa tus posibilidades de sufrir problemas mentales como ansiedad o depresión, lo cual te lleva a dormir peor, a tener peor salud y, en los casos más extremos, a abusar de ciertas sustancias o incluso a tener pensamientos suicidas.
Casualmente esta semana he terminado la obra del neurólogo y psiquiatra austriaco Viktor Frankl El hombre en busca de sentido (te hablo de este libro en la sección Mis lecturas). En su libro, este médico, superviviente de los campos de concentración nazis, pudo constatar de primera mano durante su cautiverio que las personas que tenían una razón para vivir, un motivo por el que levantarse todos los días por las mañanas, eran las que más probabilidades tenían de sobrevivir. No se trataba pues de las personas con el físico más portentoso, sino de las fuertes de espíritu, aquellas que tenían una mayor vida interior. Y es que en el mundo occidental de hoy en día, la religión cada vez ocupa un espacio más pequeño en nuestras vidas, la espiritualidad apenas tiene presencia y en nuestro día a día rara vez miramos hacia dentro. Así que te propongo que te pares cinco minutos, respires y te preguntes:
¿Cómo puedo encontrar mi ikigai?
Si le has echado un vistazo al gráfico anterior, a lo mejor ya sabes por dónde van los tiros. Quizás ya haces algo que te apasiona, se te da bien y es útil para el mundo, pero no te aporta ingresos. Tal vez te dedicas a algo que te gusta, que haces bien y por lo que te pagan, pero no aportas nada y, por tanto, te sientes inútil. Y así sucesivamente… La clave está en encontrar la intersección a las cuatro preguntas siguientes:
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¿Qué es aquello que te apasiona?
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¿Qué se te da bien?
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¿Qué puedes aportar al mundo o a tu entorno?
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¿Qué es aquello por lo que te pueden pagar? (Si estás jubilado omite esta última pregunta.)
Cuando consigues que la respuesta a las cuatro preguntas coincida, habrás encontrado tu ikigai. El objetivo es pues identificar aquello en lo que eres bueno, que te gusta hacer, por lo que te pagan y que, además, sabes que aporta algo al mundo. Cuando lo llevas a cabo, tienes más autoestima, porque sientes que tu presencia en el mundo está justificada. La felicidad sería la consecuencia de todo lo anterior.
Y para terminar, te dejo este vídeo muy cortito en el que una mujer japonesa explica de una manera preciosa qué es para ella su ikigai. Disfrútalo y dime en los comentarios qué te ha parecido este concepto.
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