Hoy quiero hablarte de un tema que me toca muy de cerca: la adicción. ¿Y por qué hablar de este tema? Porque creo que entender los mecanismos que disparan la adicción puede ayudarnos mucho a comprender nuestras acciones y pensamientos, nuestros hábitos e incluso los rasgos de nuestra personalidad. Pero, sobre todo, porque me encanta compartir todo lo que voy aprendiendo y “recientemente” se me han abierto los ojos y ahora estoy convencido de que casi todas las personas hemos vivido una adicción en nuestras propias carnes. Pero empecemos por ver qué es la adicción, ya que ahí está el quid de la cuestión.
Cuando hablamos de adicción enseguida lo relacionamos con una dependencia disfuncional de drogas o comportamientos como las apuestas, el sexo o la comida. De hecho, un grupo de expertos de diferentes partes del mundo definió en el 2001 la adicción como “una enfermedad neurobiológica crónica […] caracterizada por incluir alguno de los siguientes comportamientos: problemas para controlar el consumo de drogas, consumo compulsivo, consumo continuado pese a los daños producidos, deseo incontrolado.” Muchas veces oímos a ciertas personas afirmar “Qué voy a ser alcohólico, si yo no bebo tanto.” o “Solo bebo los fines de semana.”. La clave no está en la cantidad ni en la frecuencia, sino en el impacto. En caso de adicción, la persona sigue recurriendo a su “droga” pese a que está claro le está haciendo daño.
Estas definiciones son útiles pero lo que de verdad me ha abierto los ojos ha sido el libro In the Realm of Hungry Ghosts, del médico y escritor canadiense Gabor Maté, eminencia mundial en el campo de las adicciones, los traumas infantiles y el estrés. El título del libro (“En el reino de los espíritus hambrientos”) hace referencia a la mitología budista, en la cual se habla de los seis reinos del renacimiento, las formas de existencia o destinos que conforman el ciclo de la existencia, en las cuales renacen los seres sintientes en tanto no se hayan liberado y alcanzado la iluminación. El título del libro habla de uno de estos reinos en particular, el reino de los espíritus hambrientos. El símil que hace Gabor Maté me parece muy acertado: las personas adictas son como estos espíritus que están condenados a vivir siempre muertos de hambre, sin llegar a estar nunca satisfechos. En este libro aparece la definición que os decía que me ha abierto los ojos: “la adicción es cualquier comportamiento que buscas porque te produce placer o alivio en el momento pero a largo plazo se vuelve nocivo y no quieres o no puedes dejarlo.” ¡Claro! ¿Cómo no lo había visto antes así! No se trata solo de drogas, alcohol o tabaco, sino también de acciones o comportamientos del día a día: trabajo, sexo, comida, compras, videojuegos, etc. En realidad yo también he sufrido momentos de adicción, pensé.
Y es que a menudo se afirma que las drogas u otras sustancias son adictivas, pero después de leer a Gabor Maté estoy cada vez más convencido que el problema no está en la sustancia sino en la persona y su entorno. Así lo cree también Lance Dodes, psiquiatra del Departamento de Adicciones de la Facultad de Medicina de Harvard: “La adicción es un problema humano que reside en las personas, y no en la droga o en la capacidad de la droga de producir ciertos efectos físicos.”. Y es que en la adicción influyen factores biológicos, químicos, neurológicos, psicológicos, médicos, emocionales, sociales, políticos y espirituales. Y si no, ¿cómo podemos explicar lo que se observó entre los soldados estadounidenses que participaron en la guerra de Vietnam? Alrededor del 50% de los que empezaron a consumir heroína se volvieron adictos. Sin embargo, una vez que el estrés relacionado con esta sangrienta y peligrosa guerra desapareció, también lo hizo en la mayoría de casos la adicción. Las personas que continuaron consumiendo heroína una vez concluida la guerra y de vuelta en su casa fueron aquellas que, en su mayoría, habían tenido infancias inestables o problemas con drogas previamente (estudio). Es decir, que una vez que se había solucionado la fuente de estrés, la adicción desapareció. Esto relativiza los factores bioquímicos y refuerza los emocionales, sociales y espirituales. En resumen, las drogas no convierten a nadie en adicto, de la misma manera que la comida no convierte a nadie en un comedor compulsivo. Tiene que haber una vulnerabilidad previa, además de un nivel considerable de estrés, como vimos en el caso de los soldados de Vietnam. Por eso las drogas, o cualquier otra fuente de estrés externa, por sí solas, por muy graves que sean, no son suficientes. El entorno y las vivencias previas son cruciales.
Por eso para mí la definición de adicción de Gabor Maté fue clave, porque me hizo recapacitar y ampliar mi visión. Y la vuelvo a repetir: “la adicción es cualquier comportamiento que buscas porque te produce placer o alivio en el momento pero a largo plazo se vuelve nocivo y no quieres o no puedes dejarlo.”
La pregunta que me vino después fue: ¿y de dónde vienen estos comportamientos? ¿Por qué buscamos ese placer o ese alivio en algo externo? Y sobre todo: ¿por qué no dejamos de hacerlo si nos sienta mal? La respuesta se encuentra en las emociones, y en particular en la infancia. Pero para no hacer este artículo muy largo, continuaré en el próximo post.
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