¿Por qué tienes los pies y las manos fríos (sobre todo en invierno)?
Ante amenazas reales (patógenos, lesiones, tóxicos…) o percibidas (miedo, estrés…) el cuerpo responde para protegernos. Quien está respondiendo es el sistema nervioso autónomo (SNA), en particular la rama simpática (vs parasimpática) del SNA, la cual se encarga de responder frente a amenazas. Es la famosa respuesta de estrés (pelear o escapar, fight or flight), orquestada mediante la secreción de hormonas como adrenalina y cortisol. Una solución/consecuencia de la activación del SNA simpático es mantener los órganos vitales calientes, lo cual puede suponer descuidar, entre otras partes no vitales, pies y manos (e incluso a veces la nariz o la cabeza, otra extremidad, y por eso puede haber sensación de “empanada mental”, resaca o neblina, falta de concentración o no poder pensar bien).
Como siempre, el problema no es que se active la respuesta de estrés, ya que esto es natural y necesario para defendernos y resolver problemas puntuales. Lo grave es cuando se activa constantemente, aunque sea de manera sutil, pues puede acabar en un estado semi permanente de hiperexcitación o hiperestimulación del SNA llamado hiperactivación autonómica. Este estado de hiperestimulación [recuerda que las hormonas del estrés son estimulantes (estudio y estudio)] puede hacer que presentes y experimentes una serie de sensaciones y síntomas muy parecidos a los que acompañan a la respuesta del estrés incluso aunque en ese momento no haya habido ningún estresor. Tener las manos y los pies fríos es un ejemplo.
El metabolismo es la clave
Por otro lado, esta bajada de temperatura suele indicar un metabolismo alterado, y la reina del metabolismo es la tiroides. TODAS las células del cuerpo tienen receptores para hormonas tiroideas y por eso una desregulación de la tiroides puede dar síntomas muy diversos e inespecíficos: cansancio, pérdida de pelo, piel seca, frío, ansiedad, acumulación de grasa abdominal, colesterol elevado… La tiroides es MUY SENSIBLE al estrés (sobre todo psicoemocional), y por eso las alteraciones de la tiroides, especialmente el hipotiroidismo, son una plagas hoy en día. Según este estudio, las padecen el 10% de la población española. Podríamos citar más causas detrás de pies/manos fríos, pero suelen implicar también un metabolismo alterado: mala circulación, déficits nutricionales, Raynaud, autoinmunidad (sobre todo hipotiroidismo de Hashimoto), diabetes, anemia…
Nuestra salud depende de que haya un correcto flujo de energía. Si hay menos energía, hay menos salud. Las mitocondrias son cruciales para transformar la energía y, por tanto, para cualquier problema de salud. Debemos cuidar , optimizar y generar nuevas mitocondrias.
Los seres humanos funcionamos de manera óptima en condiciones aerobias, es decir, con oxígeno. Y para ello necesitamos (unas buenas) mitocondrias. Nuestra capacidad de generar y utilizar de manera óptima la energía depende de un buen funcionamiento y una buena densidad mitocondrial (número de mitocondrias por célula), además de un correcto funcionamiento del sistema inmunitario y de la capacidad cardiovascular.
Una alteración en el metabolismo energético trastoca la capacidad respiratoria y esto conlleva desequilibrios y enfermedad. Las causas más habituales son una mala alimentación, la hiperglucemia e hiperinsulinemia, una mala composición de los ácidos grasos de la membrana celular, el sedentarismo, las infecciones e intoxicaciones crónicas y, por supuesto, el estrés crónico o distrés y los traumas sin resolver.
Tener los pies/manos fríos es muy desagradable pero no es peligroso en sí. Sin embargo, sí que puede ser síntoma de desequilibrio en tu salud, ya que el estrés crónico genera inflamación. Para evitar tener pies/manos fríos tienes que mejorar tu metabolismo.
Las mejores herramientas para optimizar el metabolismo son:
ganar flexibilidad metabólica:
ejercicio o ayunos o restricción calórica;
realizar ejercicio (de fuerza), especialmente en ayunas;
- cuidar la tiroides;
optimizar la alimentación:
reducir alcohol y ultra procesados;
suficiente proteína y menos hidratos (refinados);
eliminar ácidos grasos poliinsaturados oxidadas;
- regular el estrés y los traumas crónicos;
mejorar digestión y microbiota;
- sincronizar los ritmos circadianos;
corregir infecciones e intoxicaciones.
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